“Sueño con una humanidad que se abraza y se
besa con alegría de vivir, donde la soledad no existe como sentimiento, donde
cada uno reconoce la sacralidad del otro. Un mundo donde poder conectarnos a
través de la mirada, el abrazo y el movimiento natural, ya que el cuerpo habla
en forma más elocuente que las palabras.
Y sé que esto es posible, sólo es necesario
que no sea un sueño de uno solo, sino una visión de muchos.
El pensamiento humano sobre el vínculo ha
evolucionado notablemente, vemos cada vez una mayor disposición a abrir
nuestros corazones, nadie quiere quedarse sin amor, sin expansión de la
conciencia y sin el lugar que ocupa en el universo.
Somos parte de una fuerza generativa de la
naturaleza, del cosmos y queremos abrirnos paso a través de la ternura, el
respeto, la belleza del otro. Y cuando hablamos del otro, no nos referimos a
una percepción de su forma sino de su alma, conectándonos de centro a centro.
Somos seres relacionales. Fue necesario
comprender que no somos nada sin el otro, el hombre no puede concebirse sin
experimentar las más diversas relaciones con los otros. Y la calidad de
nuestras relaciones es la calidad de nuestra vida.
No hay posibilidad de crecer en forma
solitaria. La psiquiatría fracasa cuando abandona el amor y deja a los locos
librados al tratamiento farmacológico. La psicoterapia está cambiando el
autoritarismo de la unidireccionalidad del discurso para vincularse de centro a
centro con el paciente, entrando en un diálogo más abarcativo impregnado por la
vivencia.
Hoy sabemos que lo único que resuelve un
conflicto es la vivencia, que integra al ser en su totalidad. No hay cambio sin
conciencia, pero tampoco hay cambio real sin la vivencia, sin pasar por la
experiencia.
Estamos saliendo del florecimiento del
individualismo anárquico para evolucionar hacia una nueva forma de vínculo
donde desaparezca el “yo soy yo y tú eres tú” para convertirse en “cada uno es
parte del otro y ambos somos parte de una totalidad”. Así recibimos al otro a
través de una vivencia completa, desde sus células hasta sus emociones y
actitudes corporales y no solo a través de la mente.
Abandonar este individualismo desaforado,
que genera tanta soledad, frustración, competencia, grandes éxitos externos, nos permite recordar
que lo único que queda como ganancia de la existencia no son las glorias
académicas ni económicas, sino el amor: a quiénes hemos amado y quiénes nos han
brindado su amor.
Comprender y celebrar al otro debe ser una
iniciativa de cada uno. La empatía no es solo un diálogo sin discriminación,
sino que implica ponerse en el lugar del otro. Esto es lo que nos va a permitir
comprender verdaderamente el sufrimiento y la ternura de los demás.
Quiero transmitirles un pensamiento que es
un sentir que acompaña mi visión de la vida y la Biodanza, que para mí son una
misma cosa:
La
fuerza que nos conduce es la misma que enciende el sol
que
anima los mares y hace florecer los cerezos.
La
fuerza que nos mueve es la misma que agita las semillas
con
su mensaje inmemorial de vida.
La
danza genera el destino
bajo
las mismas leyes que vinculan a la flor con la brisa. Bajo el girasol
de
armonía todos somos uno.
Rolando
Toro.
(Toro & Terrén, 2008, págs. 13-14)